APRENDER A DECIR NO CUANDO ES NO

No-NoDecía Gabriel García Márquez que lo más importante que aprendió después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no. No es sencillo ser categórico en una negativa. Parece que el miedo a desagradar, a ofender o a enfadar puede más que el deseo de mantener determinadas convicciones u opiniones. Espero que no sea necesario, como en el caso del célebre escritor, el transcurso de cuatro décadas para adquirir semejante habilidad. Nuestra democracia surgida de la Constitución del año 1978 todavía está en los treinta y tantos y, pese a ello, resulta imprescindible que sus instituciones y órganos sepan también decir no cuando es no.

Igualmente complejo es resistirse a los engaños, aunque suenen bien al oído. Siempre he pensado que el peor mentiroso es aquel que, sabiendo lo que su interlocutor quiere escuchar, se dedica a lanzarle los mensajes que desea oír, pese a que no se ajusten en absoluto a la realidad. Ese tipo de mentira contiene un grado de maldad y de engaño muy superior a otras modalidades y los embustes son más peligrosos.

Hace pocas semanas asistimos al enésimo intento del mundo de Batasuna de presentar otro partido político con el que intentar concurrir a las elecciones, objetivo que, desde que en el año 2003 el Tribunal Supremo declarase ilegal a esta formación pro etarra, ha perseguido de forma sucesiva con otras formaciones políticas por la vía del cambio de nombre, aunque seguían manteniendo en su esencia el espíritu, los objetivos y los ideales de la antigua Batasuna. Ahora se hacen llamar Sortu y, cuando se presentaron en sociedad antes los medios de comunicación, dijeron lo que queríamos oír: que rechazan la violencia.

Por muy alentador que suene ese mensaje, no puede obviarse la procedencia de quién hace esa afirmación y el motivo de la misma. Parte del mismo entorno  que durante décadas sembró de violencia nuestro intento de convivencia pacífica, proviene de un origen idéntico del que partieron otros intentos de legalización de partidos que la justicia desestimó por considerarlos herederos directos de aquella Batasuna. Y en cuanto a las razones, es igualmente evidente que se trata de lo que todos queríamos oír. Nos “regalan los oídos” con la esperanza de que sucumbamos al engaño. Cuando alguien miente en el pasado, ese engaño pesa como una losa sobre la credibilidad de sus afirmaciones futuras, de tal forma que su sola palabra no basta. Si no hay hechos que corroboren un cambio claro y nítido, todo lo que pueda decir debe quedar en el limbo de aquello que debe probarse por otros medios.

La Ley de Partidos Políticos dice que procede declarar la improcedencia de la continuidad o sucesión de un partido ya disuelto, debiendo tener en cuenta para determinar la conexión entre la formación disuelta y la que se pretende legalizar la similitud sustancial de ambos partidos políticos, de sus estructuras, organización y funcionamiento, de las personas que las componen, rigen, representan o administran, de la procedencia de los medios de financiación o materiales, o de cualesquiera otras circunstancias relevantes que, como su disposición a apoyar la violencia o el terrorismo, permitan considerar dicha continuidad o sucesión.

Puede que cueste decir que no cuando es no pero es necesario. La higiene y la calidad de nuestro sistema constitucional son lo suficientemente importantes como para mantenerse firmes y no claudicar ante el reiterado intento del lobo de disfrazarse de cordero, por mucho que ahora sea época de carnaval.

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